jueves, 16 de octubre de 2008

Camila O’ Gorman

La película Camila está basada en hechos históricos. Camila O'Gorman y Ladislao Gutiérrez fueron personajes reales. Si de algo no cabe duda es que la historia de amor existió. Y trascendió. Tuvieron el coraje para transgredir las normas por amor. Un amor aguerrido por el que se que se da todo, hasta la vida. A la distancia parece una leyenda, un cuento imaginado por algún poeta . Pero sucedió…



Camila O’ Gorman y Ladislao Gutiérrez: el amor más prohibido





El era sacerdote. Ella, una niña de sociedad. A pesar de los severos límites que imponían esas circunstancias, los ahogó una pasión que terminó por matarlos: el Restaurador, Juan Manuel de Rosas, ordenó su fusilamiento aun sabiendo que ella estaba embarazada

La actual iglesia del Socorro, en Suipacha y Juncal, fue el escenario del despertar de este amor desgraciado. Por los años 1847/48, plena época rosista, el lugar era un tranquilo barrio de quintas arboladas entre cuyo verdor se destacaban las elegantes torres del templo.

En las cercanías vivía la familia O’Gorman, compuesta por el padre, de origen francoirlandés; la madre, porteña de antigua estirpe, y seis hijos, entre los que se distinguía Camila.

Esta joven, de unos veinte años, era, al decir de Berutti, "muy hermosa de cara y de cuerpo, muy blanca, graciosa y hábil pues tocaba el piano y cantaba embelesando a los que la oían". Camila, además, tenía una gran personalidad, quizás heredada de su célebre y bella abuela Anita Perichon, amante del virrey Liniers.





El otro protagonista de esta historia había llegado unos años antes desde Tucumán. Era, según recordaba Antonino Reyes, "un joven de pelo negro y ensortijado, cutis moreno y mirada viva, modales delicados y un conjunto simpático". Decían que era "juicioso y lleno de aptitudes" y venía a Buenos Aires para seguir la carrera eclesiástica. Ordenado sacerdote a los veinticuatro años, Ladislao Gutiérrez fue designado párroco en la iglesia del Socorro. Pronto reparó en la joven alta, de pelo castaño y expresivos ojos oscuros, de andar elegante y gracioso. No tuvo que esperar mucho para que se la presentaran: era hermana de Eduardo O’Gorman, compañero en la carrera sacerdotal.

Como casi todas las mujeres de esa época, Camila era bastante devota. Iba a misa con frecuencia y le gustaban mucho los sermones del nuevo párroco. A veces él iba de visita a su casa. Poco a poco se hicieron amigos y empezaron a encontrarse en sus paseos por Palermo.


La pasión

Camila comenzó a sentir algo nuevo, completamente nuevo y desconocido. Cuando escuchaba sus sermones en la iglesia, su voz decía más que las palabras que pronunciaba, y mientras se dirigía a toda la concurrencia era ella la que recibía la mirada de sus pupilas ardientes y sentía que un licor la incendiaba por dentro.

Una vez más se imponía el misterio del amor entre dos seres. Tampoco él podía acallarlo. ¡Camila! Su presencia transformaba el oscuro recinto del templo en un lugar paradisíaco. Desde que hacía su aparición, sentándose con gracia en la alfombra extendida por su sirviente, sólo podía dirigirse a ella. Nunca había sentido algo así por nadie.

Aumentaron sus conversaciones y paseos. Ella tenía muchas dudas respecto de la religión y él trataba de aclarárselas, aunque las suyas iban creciendo a medida que pasaban los días.

¿En qué se basaba su vocación? ¿A quién debía fidelidad? ¿Era Dios como se lo habían enseñado? ¿Quién podía arrogarse el derecho de conocer sus deseos? ¿No era El responsable de esa atracción irresistible entre ellos? Cuando les resultó imposible ignorar ante sí mismos que se querían, él la tranquilizó convenciéndola de que aquello no era un crimen.
Reconocía haberse equivocado al seguir la carrera sacerdotal, pero consideraba que, por las circunstancias, sus votos eran nulos. Y si la sociedad no permitía que la hiciera su esposa ante el mundo, el la haría suya ante Dios. Querían cumplir su voluntad, vivir juntos y multiplicarse como la pareja primigenia. El había cometido un error, pero ante todo era un hombre creado a imagen y semejanza de Dios, con inteligencia y libertad para arrepentirse de su decisión equivocada y empezar una nueva vida junto al ser querido que Dios había puesto en su camino. Todo desaparecía ante la imperiosa necesidad de vivir juntos. Dejarlo todo para tenerlo todo. Nada podía existir superior a esto.


La fuga

Camila se dejó convencer. No podía imaginarse la vida sin él, pero tampoco estaba dispuesta a ser "la barragana del cura". Empezaron a concebir la idea de huir de Buenos Aires y cambiar de identidad para poder vivir casados ante Dios y ante los hombres.

Pero, ¿adónde irían para que no los pudieran alcanzar las autoridades civiles y eclesiásticas? ¿Y cuánto aguantaría una delicada niña, acostumbrada a la vida muelle y entretenida de las porteñas amigas de Manuelita Rosas, las estrecheces por las que deberían pasar hasta llegar a instalarse en un lugar seguro? Poco a poco fueron forjando el plan: llevarían algo de ropa, lo que pudieran juntar de plata y dos caballos. Irían hacia Luján, de allí pasarían a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.

El destino final, si todo andaba bien, sería Río de Janeiro. Al pasar a Santa Fe fingirían haber perdido los pasaportes y pedirían otros con nombres falsos. El 12 de diciembre de 1847 fue el día elegido para la fuga. Al llegar a Luján, en una enramada que les había proporcionado el mesero y bajo la noche refulgente de estrellas, los amantes tuvieron su momento de felicidad.

Mientras tanto, en Buenos Aires, a la consternación había seguido el pánico: ¿cómo tomaría el Restaurador de las Leyes y del Orden este desacato a todas las normas morales, civiles y sociales?

Pasados diez días, Adolfo O’Gorman denunció el hecho al gobernador como "el acto más atroz y nunca oído en el país", mientras el obispo Medrano pedía al gobernador que "en cualquier punto que los encuentren a estos miserables, desgraciados infelices, sean aprehendidos y traídos, para que, procediendo en justicia, sean reprendidos por tan enorme y escandaloso procedimiento".

A Rosas lo tenían sin cuidado los amancebamientos de algunos curas. Lo que no podía tolerar era una falta de obediencia hacia su persona.

Rosas podría haber usado su poder en forma magnánima para perdonar.
Si los jóvenes hubieran acudido a pedirle ayuda, seguramente lo habría hecho. Pero al escándalo de la fuga se sumaba el ser partícipe de ella una niña tan relacionada en sociedad. Y aquí las opiniones se dividían: para la mayoría, era un víctima; para los demás, una perdida.



Por el momento, la suerte parecía sonreír a los enamorados. Ya en Paraná, en febrero de 1848, consiguieron un pasaporte a nombre de Máximo Brandier, comerciante, natural de Jujuy, y su esposa, Valentina Desan.

Al llegar a Goya con su nueva identidad pudieron tomarse un respiro y prepararse para la última etapa: Brasil. Mientras tanto, para ganarse la vida abrieron una escuela para niños, la primera que existió en esa pequeña ciudad.

Pudieron vivir cuatro meses en una relativa felicidad, olvidando la persecución de que eran objeto. El 16 de junio, en una fiesta organizada por el juez de paz, Ladislao fue reconocido por el sacerdote irlandés Miguel Gannon, que conocía a Gutiérrez y lo llamó por su nombre.
Tomados por sorpresa, sólo atinaron a negar su verdadera identidad. La noticia voló y al día siguiente, por orden del gobernador Virasoro, los dos maestros fueron encarcelados e incomunicados. La maquinaria del poder empezaba su obra despiadada.

Los reos

En cuanto Rosas conoció la noticia dio orden de que condujeran a los reos en dos carros separados a Santos Lugares, donde estaba la más temida prisión del régimen.
Con creciente angustia, los amantes vieron cómo se cerraban las puertas de sus respectivas prisiones. Estaban incomunicados entre ellos y con el resto del mundo. Camila, sin embargo, pudo hacer llegar una carta a su amiga Manuela Rosas. Esta le contestó el 9 de agosto alentándola a que no se dejara quebrar, que había intercedido por ella y su amante ante su padre. El mismo día empezó a preparar, en la Casa de Ejercicios, un lugar para su amiga. También hizo llevar libros de historia y de literatura para Gutiérrez a la cárcel del Cabildo. Pero en el plan de Rosas no entraba la llegada de los reos a Buenos Aires, donde podrían haberse defendido. Para no tener que enfrentarse con los pedidos de clemencia de su hija, era necesario actuar rápida y drásticamente.

Las declaraciones que Camila hiciera en San Nicolás no hacían sino corroborar su posición subversiva: no estaban arrepentidos, sino "satisfechos a los ojos de la Providencia" y no consideraban criminal su conducta "por estar su conciencia tranquila". ¿Adónde se iba a llegar si hasta las simples mujeres se creían con derecho a entenderse directamente con Dios? Todo eso olía a luteranismo y libre interpretación de la Verdad. Era muy peligroso.

Según Marcelino Reyes, la joven preguntó si el señor gobernador estaba muy enojado y quiso saber lo que decían de ella. Después de dejarla comer y descansar, Reyes retomó su conversación con Camila para aconsejarla sobre lo que debía declarar. Camila hizo entonces con franqueza la historia de sus amores con Gutiérrez. Databan de fecha muy anterior a su fuga. Explicó que él no tenía vocación y su matrimonio había sido ante Dios. Que él no había hecho sus votos de corazón y que, por consiguiente, eran falsos y no era sacerdote. Que la intención de los dos era irse a Río de Janeiro, pero que no lo habían podido efectuar por falta de recursos.

También Gutiérrez había hecho su exposición y ambas fueron llevadas por un chasque ante el gobernador, esa tarde del 17 de agosto.

Casi amanecía cuando despertó a todos el retumbar de cascos de caballos, gritos y golpes violentos en el portón de entrada. Era el modo que tenían los hombres del gobernador de anunciar su llegada. Rosas ordenaba la inmediata ejecución de los reos sin dar lugar a apelación ni defensa. Sólo se les otorgaban unos instantes para confesarse y prepararse para morir. Fue entonces cuando Reyes decidió mandar un urgente despacho avisando el estado de preñez de la joven, avalado por el médico de la prisión. Al mismo tiempo mandó una carta a Manuelita explicándole la urgencia de la situación.

Reventando caballos llegó el chasque a Palermo y entregó los despachos al oficial de guardia. Pero la carta jamás llegó a Manuelita. El gobernador no podía aceptar que existiera un testimonio vivo de la de­sobediencia, un hijo que hubiera representado para muchos el triunfo del amor sobre el orden establecido.

Cerca de la hora, Gutiérrez hizo llamar a Reyes a su calabozo. El ex cura estaba sentado en el catre, vestido con levita y pantalón negro. Su semblante dejaba entrever la tempestad de sentimientos que lo acosaba. Intentó disimularlos y con forzada cortesía se puso de pie al verlo entrar y le dijo:

"–Lo he llamado para que me diga si Camila va a tener igual suerte que yo.

"–Prepárese para oír lo más terrible: Camila va a morir también.

"Me pareció que Gutiérrez demostraba cierta satisfacción.

"–Gracias –contestó con voz fuerte."

Luego le pidió que entregara a Camila un papelito. Sacó de la gorra de piel que llevaba un lápiz y escribió:

"Camila mía: acabo de saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la tierra, unidos, nos uniremos en el cielo, ante Dios. Te abraza, tu Gutiérrez."

Sentaron a cada uno de ellos en una silla, cargada por cuatro hombres a través de dos largos palos. Como a todos los condenados, les vendaron los ojos y, escoltados por la banda de música del batallón, los llevaron al patio rodeado de muros. Bajo el pañuelo, los ojos de Camila dejaban escapar dos hilos de lágrimas que, a pesar del dominio de sí expresado en un rostro inmutable, no podía evitar.



Mientras los soldados los ataban nerviosamente a los banquillos, Camila y Gutiérrez pudieron hablarse y despedirse, hasta que este último comenzó a gritar: "Asesínenme a mí sin juicio, pero no a ella, y en ese estado ¡miserables...!".

Sus palabras fueron acalladas por el capitán Gordillo, que mandó redoblar los tambores e hizo la señal de fuego. Cuatro balas terminaron con su vida.

Después, se oyeron tres descargas y Camila, herida, se agitó con violencia. Su cuerpo cayó del banquillo y una mano quedó señalando al cielo. "... en la vecindad quedó el terror de su grito agudísimo, dolorido y desgarrador..."

Esta historia de amor de inocentes víctimas de intereses políticos iba a convertirse con el tiempo en el suceso más imperdonable del gobierno de Rosas... Sería el comienzo del fin.

Por Lucía Gálvez
Escritora, licenciada en historia

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=674022





La película
CAMILA(1984)


Dirección: María Luisa Bemberg
Guión: María Luisa Bemberg, Beda Docampo Feijóo y Juan Bautista Stagnaro
Intérpretes: Susú Pecoraro(Camila) , Imanol Arias(Ladislao),
Héctor Alterio, Boris Rubaja, Mano Maris, Elena Tasisto, Carlos Muñóz, Héctor Pellegrini, Claudio Gallardou, Jorge Hacker, Zelmar Gueñol, Cecilio Madanes y Juan Manuel Tenuta.


SINOPSIS
A mediados del s.XIX la hija de una familia aristocrática de Buenos Aires, Camila O’Gorman, se enamora del sacerdote Ladislao Gutiérrez y decide sacrificar todopor ese amor. Camila cuestiona el orden establecido de su tiempo y, en retrospectiva, la visión que los historiadores posteriores tuvieron de los principales protagonistas de esa difícil época de la historia argentina.
No hubo clemencia para Camila, no hubo carta que diera lugar al perdón.
Manuelita se ocupó de dotar con un discreto amoblamiento la celda que ocuparía Camila en Santos Lugares, pero su intercesión no fue más alla. Camila fue fusilada. Embarazada de varios meses, el hijo que llevaba en su vientre fue bautizado "por boca" y se impuso el castigo ejemplar que la sociedad reclamaba.

“Camila mía: acabo de saber que morirás conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la Tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante Dios. Te abraza, tu Gutiérrez”, le escribe Ladislao a su amada O´Gorman desde la prisión de Santos Lugares antes del fusilamiento, en la película de María Luisa Bemberg. Y esa frase bien pudo formar parte de las que compartieron los protagonistas desde el 12 de diciembre de 1847, día en el que huyen de Buenos Aires, hasta el 18 de agosto del año siguiente cuando mueren por los disparos.

Los acribillados cuerpos de los amantes logran finalmente perpetuar el abrazo por el cual se les quitó la vida : un mismo cajón de armamentos les sirve de sepultura.




Era el año 1848 y fue la primera vez que se aplicó pena de muerte a una mujer en territorio argentino.

Su historia de pecado, pasión y valentía, pasa a ser la de todos, un amor que no se rinde, que sigue vivo en los corazones de todos los amantes, que es llevado como bandera, que no morirá jamás…

Mejor actriz Festival de La Habana (1984) y nominada para el Oscar a la mejor película extranjera (1985).




Prof. Jorge Veis, Camila O'Gorman: Una triste historia de amor





Imágenes y datos tomados de Internet





viernes, 3 de octubre de 2008

Dr.Bernardo Alberto Houssay

Premio Nobel de Medicina y Fisiología-1947

El doctor Bernardo Alberto Houssay fue médico y fisiólogo, se destacó en modo ejemplar como científico en el campo de la investigación y también de la docencia



Poseía 24 doctorados honoris causa, era miembro de numerosas academias de medicina y de más de 200 sociedades científicas. Su obra capital, reiteradamente traducida, se titula Fisiología Humana.

Además de su trabajo pionero en la Argentina, dejó también a decenas de discípulos de importancia mundial entre los cuales se destaca Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970.


Bernardo A. Houssay-Premio Nobel de Medicina y Fisiología-1947
Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970





Dr.Bernardo Alberto Houssay

BIOGRAFÍA Y TRAYECTORIA



Nacionalidad- Argentina
Campo/s Fisiología, Endocrinología
Instituciones Universidad de Buenos Aires
Alma máter Universidad de Buenos Aires
Premios destacados Premio Nobel de Fisiología o Medicina (1947)
Cónyuge María Angélica Catán (1896-1962)

Bernardo A. Houssay (* 10 de abril 1887 - 21 de septiembre 1971),
farmacéutico, médico y fisiólogo argentino nacido en Buenos Aires. Por sus descubrimientos sobre el papel desempeñado por las hormonas pituitarias en la regulación de la cantidad de azúcar en sangre (glucosa), fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1947, siendo el primer argentino y latinoamericano laureado en Ciencias. Gracias a su trabajo, la fisiología fue la disciplina médica que mayor vigor y desarrollo tuvo en la Argentina.


Descendiente de franceses,El Dr. Bernardo Alberto Houssay nació en Buenos Aires el 10 de abril de 1887 en el seno de una típica familia de clase media. Fue hijo de Alberto Houssay, abogado nacido en Bayona el 17 de mayo de 1851 y Clara Lafont, cuyo domicilio, el mismo en el que vino al mundo, se hallaba ubicado sobre la calle Balcarce 168, a solo media cuadra de Plaza de Mayo. Su padre, el Dr. Houssay, había sido seminarista en Larressore, pero después de dejar sus estudios, se trasladó a la Argentina donde fue profesor de Francés en el Colegio Nacional graduándose en Derecho en 1877, un año antes de su matrimonio.

Tras cursar sus estudios primarios en el barrio de Almagro, donde la familia se radicó, el pequeño Bernardo ingresó en el Colegio Británico que dirigía el profesor francés Francisco Martín donde, a los trece años de edad, se recibió de bachiller. Fue, lo que se dice, un niño prodigio. (Cursó los estudios primarios en 2 años, fue bachiller del Colegio Nacional de Buenos Aires a los 13, se graduó de farmacéutico a los 17, y de médico a los 24, dos años después de comenzar la docencia en la Universidad de Buenos Aires).


Fotografía del grupo de bachilleres egresados del Colegio Británico en 1900. Bernardo Alberto Houssay, de pié entre ambos adultos sentados a la izquierda

Cuando Bernardo estuvo en condiciones de elegir una profesión, luego de concluir precozmente los estudios primarios y secundarios, el padre sugirió que se dedicase al comercio, pues los reveses de la fortuna lo habían dejado sin recursos para solventarle una carrera universitaria.

El joven respondió que trabajaría para hacerlo por sí mismo y, en marzo de 1901, aún no cumplidos los 14 años, ingresó a la Escuela de Farmacia de la Facultad de Ciencias Médicas.

Con la recomendación del padre, el Hospital Francés lo empleó como aprendiz de farmacia -casa, comida y 10 pesos de sueldo- y con un préstamo de su madrina de Francia pagó los derechos universitarios.

A fines de 1901, rindió brillantemente los exámenes del primer año de Farmacia y, con esos antecedentes, ganó un puesto de practicante de farmacia en el Hospital de Clínicas con 50 pesos de sueldo.

En 1904, se graduó de Farmacéutico, el mejor de su curso, e inició la carrera de medicina.

Cierto día de 1908, practicante menor de medicina en ese mismo Hospital de Clínicas, asistió a un paciente que padecía acromegalia (hipertrofia no congénita de las extremidades inferiores y superiores). Se sabía también que la glándula hipófisis estaba afectada por un tumor.
Fue entonces que, ya inclinada su vocación por la fisiología tras la lectura de la obra del fisiólogo francés Claude Bernard, dejó de lado otro tema cuidadosamente anotado y decidió investigar la función de esa glándula.

A ese fin se adiestró, en esforzado y solitario aprendizaje por medio de la bibliografía, en las técnicas disponibles: la quirúrgica (extirpación o injerto de la glándula) y la biológica (acción in vivo de extractos de la glándula) para luego, utilizando técnicas químicas, aislar el principio activo producido por la glándula.

Houssay retomaba el camino que había conducido al aislamiento de la secreción de las glándulas suprarrenales: la adrenalina.

Obtuvo los primeros resultados extirpando la hipófisis en la rana y, tras inicios inciertos, logró dominar esta técnica: las ranas sobrevivían a la operación. A continuación, Houssay investigó la acción de los extractos del lóbulo posterior de la hipófisis preparados por él mismo y comprobó los resultados de los fisiólogos ingleses George Oliver y Edward Albert Schafer: el principio activo de esos extractos era afín, pero no idéntico, a la adrenalina. En marzo de 1911, Houssay logró aislar lo que creyó el principio activo del lóbulo posterior de la hipófisis de lo que debió, posteriormente, desengañarse.

Houssay desarrolló estas investigaciones paralelamente a los estudios de medicina que concluyó, en 1911, con la tesis "Estudios sobre la acción de los extractos hipofisiarios. Ensayos sobre la fisiología del lóbulo posterior de la hipófisis" a la que se otorgó el Premio Facultad de Ciencias Médicas.

Luego de graduado, Houssay ejerció la profesión con singular éxito pues, muy solicitado por los colegas, aplicó los extractos hipofisarios a diversas patologías.

Desde 1910, era, además, profesor universitario, encargado del Curso de Fisiología en la Facultad de Agronomía y Veterinaria, al cual había sido llamado por el decano Pedro Narciso Arata (1849-1922), quien lo estimaba mucho desde los exámenes en la Escuela de Farmacia.

Resistido en un comienzo por los alumnos, quienes desconfiaban del precoz profesor que apenas los superaba en edad, los ganó con la didáctica basada en la práctica experimental y en la observación cuidadosa.

En 1912, Houssay obtuvo la cátedra tras un concurso al que se habían inscripto treinta y dos candidatos entre argentinos y extranjeros.



En la Facultad de Agronomía y Veterinaria, nuevamente en solitario aprendizaje, procuró comprobar los resultados de la extirpación de la hipófisis en animales superiores. Tras fracasar con la inyección de sueros citotóxicos y la irradiación con rayos X, retomó las técnicas quirúrgicas del cirujano William Harvey Cushing (1869-1939) con las cuales, hacia 1916, comprobó los trastornos causados por la extirpación de la hipófisis en el crecimiento de los cachorros.

En esa facultad formó los primeros discípulos. Uno de ellos, Enrique Hug (1896-1987), recordó estos intentos: "Lo veía actuar, más que con obstinación, con empecinamiento frente a las dificultades. Había planeado un experimento para demostrar la acción de la hipófisis sobre el crecimiento. Consiguió para ello una linda camada de cachorros de raza, galgos, todos igualitos para poder comparar los resultados. Me imagino que debía haberlos pagado de su propio pecunio, pues la subvención de que se disponía no era nada cuantiosa. Les extirpó la hipófisis a algunos de ellos y yo oficiaba de ayudante. A pesar de la destreza del cirujano en lo cual sobresalía, y del cuidado postoperatorio, la mortalidad era elevada, pues se ignoraba entonces que ésta se debía a la supresión brusca de la corticotrofina, hormona de la cual ni se tenía idea de que existiera. Sin embargo, varios operados sobrevivieron lo suficiente para infectarse luego con el virus de la enfermedad de los cachorros y terminaron por morir. Nunca le oí una queja ni señal de amargura. Tampoco se conocía entonces vacuna contra esa infección. Nueva tentativa y segundo fracaso. No recuerdo si fue a la tercera o cuarta tentativa, después de desinfectar bien las jaulas y aislar los animales, en que consiguió el fin buscado".



En 1915, Houssay ingresó como Jefe de Sección en el Instituto Bacteriológico del Departamento Nacional de Higiene. Este organismo, había sido fundado, en 1911, para la investigación, producción y control de sueros, vacunas y medicamentos de origen bacteriano y opoterápico (se dice así de la terapia que se basa en hormonas).

Para dirigir el flamante instituto, había sido contratado el eminente científico austríaco Rudolf Kraus (1868-1932) quien comprobó, inmediatamente, la capacidad de Houssay.

Designado al frente de la Sección Sueros, Houssay organizó la producción de sueros antiofídicos, editó de su bolsillo un folleto sobre serpientes venenosas, ideó y dispuso el envío de recipientes al interior del país para que, al devolverlos con serpientes, se entregasen a cambio ampollas de suero antiofidico, gestionó y obtuvo el flete gratuito por ferrocarril de estos envíos y la difusión por la prensa del proyecto. Además, investigó provechosamente otros problemas genuinamente nacionales: plantas venenosas y bocio endémico.

También, desde 1915, Houssay era Profesor Suplente de Fisiología en la Facultad de Ciencias Médicas.

En 1917, Houssay sintió que la investigación y la producción en el Instituto Bacteriológico, la investigación y la docencia en las facultades de Agronomía y Veterinaria y de Ciencias Médicas, y el ejercicio de la clínica en el Hospital Alvear y privadamente, eran incompatibles. Renunció, entonces, al ejercicio de la profesión: "Me entusiasmaban la clínica y la fisiología pero como quise concentrarme a una sola actividad, elegí la fisiología porque creí que así sería más útil a mi país y cumpliría mejor mi vocación en el campo de las Ciencias Naturales".

Luego del fallecimiento del profesor Horacio Gregorio Piñero (1870-1919), en 1919, ganó el concurso de la cátedra de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas.

El Consejo Directivo de la Facultad aprobó, entonces, el proyecto del consejero y decano Alfredo Lanari (1869-1930), de creación del Instituto de Fisiología que integraba las cátedras de Química Biológica y Física Biológica bajo la dirección del profesor de Fisiología para quien estableció la dedicación exclusiva.

Muy pocas personas advirtieron la importancia de este suceso. Sólo una de ellas, el científico Rudolf Kraus, lo manifestó claramente, calificándolo de "acontecimiento memorable en la evolución de la medicina teórica argentina".



En 1919 fundó el Instituto de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y lo dirigió hasta 1943, y luego desde 1955. En él empezó su labor de enseñanza a sus discípulos, que luego se transformarían en los primeros profesores universitarios de fisiología del país. De esta manera el Instituto se convirtió en un centro de excelencia mundial en el área de la investigación científica.

El año de 1920 fue también memorable para Houssay pues, en diciembre, contrajo matrimonio con la química María Angélica Catán (1896-1962) a quien había conocido en el Instituto Bacteriológico donde ella hacía su tesis doctoral sobre ponzoñas de serpientes y Houssay, como jefe de esa sección, se las proveía.


Así comenzó la relación con quien, luego de casada, dejó la profesión para convertirse dentro del hogar en la primera y más fiel colaboradora científica y la madre de los tres hijos: "Al dedicarme a la ciencia debía elegir entre una probable situación pecuniaria holgada y una labor científica. Elegí lo mejor, lo que vale más que el dinero, con lo que salí ganando. Cierto es que conocí momentos de estrechez económica, pero en todo caso quien se sacrificó fue mi esposa, pues yo hallaba recompensas con creces en la posibilidad de trabajar. Ella no sólo aceptó la modestia económica sino que me ha ayudado constantemente en mis trabajos, con competencia y sin exteriorización alguna".

También se debe a su iniciativa y la de sus colaboradores la fundación en 1920 de la Sociedad de Biología y la publicación del Acta Physiologica Latinoamericana desde 1950.

Una de las dificultades inmediatas que Houssay debió encarar al dirigir el flamante Instituto de Fisiología fue la formación del personal. Resolvió esta dificultad seleccionando y formando rigurosamente a los ayudantes y jefes de trabajos prácticos entre quienes, comprobada la vocación y capacidad científica, surgirían los colaboradores permanentes.

Ya formados algunos de estos colaboradores, Houssay constituyó una comisión de alumnos, la "Comisión Especial", a quienes enseñó como hubiera querido hacer con todos los alumnos: "Houssay tenía capacidad para investigar y para enseñar. La docencia le llevaba una buena parte de su tiempo y todos recordamos la minuciosidad de sus clases con los resúmenes escritos con tiza en los distintos pizarrones del aula presidida por la "Méditation sur la Mort de Le Roy". Aparte de cumplir con todos los requisitos de la docencia a los alumnos, la vigilancia de los docentes auxiliares, la dirección de las tesis, Houssay, acompañado de Lewis, tomaba a su cargo la enseñanza de la fisiología a un pequeño número de alumnos -15- que deseaban hacer un estudio más intenso. Esto a ambos les llevaba un buen tiempo, pero nunca los vimos apurados o impacientes ante las preguntas, a veces muy inteligentes, de los alumnos que aprendían fisiología haciendo experimentos y adiestrando sus manos" (Lanari, 1981,154-155).



Otra dificultad que Houssay enfrentó y resolvió, fue la discusión y difusión internacional de las investigaciones realizadas en el Instituto. A ese fin, en 1919, Houssay fundó la Sociedad Argentina de Biología, filial de la Société de Biologie de París, de la que fue el primer presidente. Su inclaudicable presidencia y la publicación de las investigaciones del Instituto de Fisiología en los Comptes Rendus de esa Sociedad, publicados en Francia, aseguraron ambos aspectos.

Años después, el estrecho colaborador y amigo, el químico Alfredo Sordelli (1891-1967) recordó esos inicios: "Podemos imaginar que si temió por su nueva hija espiritual nadie lo supo. Su optimismo glacial es siempre más fuerte".

Cuando Houssay, en 1923, ganó el Premio Nacional de Ciencias expuso la moral de trabajo que era la base de ese optimismo glacial: "Un grave enemigo de la ciencia y de la verdad es el patrioterismo, que quiere hacernos creer que hemos llegado al summum y nada más nos falta alcanzar, que lo hecho aquí es y debe aceptarse sin crítica como lo mejor del mundo, por ser del país. Es igualmente antipatriótico el rehusar méritos a todo lo que aquí se haga y creer que un hombre de ciencia sólo vale si se lo trae de allende el mar o el Ecuador. El verdadero patriotismo está en trabajar correctamente y someter su resultado a la discusión mundial, lo que mostrará la importancia real de nuestros estudios; está también en enseñar el método y estimular el amor a la ciencia a los que nos rodean; en no temer el sacrificar las horas y posponer sus estudios para que se formen los discípulos; en estimular la crítica, en exigir el respeto y la ayuda para los que valen; en luchar por corregir lo malo o deficiente. Lo patriótico es crear un buen ambiente científico local, serio, donde se estudien los problemas objetivos que son de todos los continentes y con mucha atención los propios de nuestro país".

Ese mismo año de 1923 Sordelli, encarecido por Houssay, produjo insulina en el Instituto Bacteriológico, retomando las técnicas publicadas, apenas un año antes, por Banting, Best, Collip y otros investigadores.

Inmediatamente, Houssay constituyó un equipo de trabajo para investigar la acción de esa hormona. Entre otros resultados, halló que los perros a los que se había extirpado la hipófisis (hipofisoprivos) tenían reacciones hipoglucémicas muy acentuadas luego de la inyección de pequeñas cantidades de insulina.

Este hecho inesperado lo decidió a intentar en el perro la doble extirpación de la hipófisis y el páncreas y comprobó, con profunda sorpresa, que los perros que carecían de páncreas y de hipófisis no se tornaban diabéticos. El descubrimiento de este sorprendente hecho acaeció en 1929.

Houssay había descubierto que la diabetes pancreática no se producía en los perros hipofisoprivos (Houssay's dogs). Tampoco se producía en los sapos en los cuales, dada la conformación histológica de la glándula, era posible extirpar por separado el lóbulo glandular, equivalente a la parte anterior de la hipófisis de los mamíferos. La diabetes reaparecía, sin embargo, con el injerto de lóbulos glandulares. Finalmente, Houssay realizó con éxito otra contraprueba: la inyección de extractos de la parte anterior de la hipófisis provocaba hiperglucemia.
De este modo, con Houssay culminó la línea de investigación iniciada casi un siglo antes -la acción glucogénica del hígado (Bernard, 1848), la pancreatectomía provoca diabetes (Minkowski, 1887), la lesión de los islotes de Langerhans está asociada a la diabetes (Opie, 1901), el aislamiento de la secreción de los islotes de Langerhans en el páncreas, la insulina (Banting y Best, 1922)- cuando demostró que la extirpación de la hipófisis en los animales de experimentación desprovistos de páncreas, y por tanto diabéticos, disminuía la glucosa en la sangre y que la inyección prolongada del extracto del lóbulo anterior de la hipófisis provocaba hiperglucemia en animales normales (diabetes hipofisaria) o diabetes permanente (diabetes metahipofisaria) por el daño de las células beta en los islotes de Langerhans (Barrios Medina y Paladini, 158-169).

Houssay suscitó además, y dirigió, muchas otras investigaciones.

Una de las más importantes está asociada al temprano discípulo Juan Guglielmetti (1891-1922) , fallecido de hipertensión maligna cuando iniciaba una brillante carrera científica.

Hacia fines de la década de 1920 y principios de la de 1930, Houssay había intentado con algunos de sus discípulos provocar hipertensión permanente en perros. Pero todos esos intentos habían fracasado.

En 1938, constituyó un equipo de trabajo con Eduardo Braun Menéndez (1903-1959), Luis Federico Leloir (1902-1987), Juan Mauricio Muñoz, Alberto Carlos Taquini y Juan Carlos Fasciolo, para investigar la hipertensión arterial permanente causada por el riñón (nefrógena). El último de estos colaboradores recuerda: "La primera labor que me encomendó, fue que desarrollara una técnica para provocar hipertensión arterial renal. Aunque entonces no me pareció una exigencia excesiva, creo que fue mucho pedir a un principiante. Muchos investigadores experimentados habían anteriormente fracasado en sus tentativas de producir hipertensión arterial persistente en diversas especies. Estas exigencias formaban parte de la técnica que el doctor Houssay empleaba para seleccionar a sus colaboradores. Inicialmente solía asignarles una labor de difícil realización y los dejaba librados a su propio esfuerzo. Muchos se cansaban y abandonaban su proyecto, ante dificultades que parecían difíciles de superar. Otros, en cambio, persistían a pesar de todo. Si esto ocurría, el doctor Houssay sacaba la conclusión de que estaban realmente interesados, que tenían constancia y merecían su apoyo. Su experiencia le había enseñado que se pierde mucho tiempo en orientar y ayudar a personas que sólo tienen un entusiasmo pasajero y que abandonaban sus proyectos al poco de iniciarlos".

En 1939, utilizando la técnica de Goldblatt (pinzamiento de las arterias renales) el equipo formado por Houssay probó que la secreción del riñón (renina) actuaba sobre el plasma sanguíneo produciendo la sustancia (hipertensina, luego llamada angiotensina) que provocaba esa patología.

Durante esos años, algunos de los discípulos fueron llamados a ocupar cátedras en el interior del país: de Fisiología, en Rosario, Juan Treharne Lewis (1898-1976); en Córdoba, Oscar Orías (1905-1955), de Farmacología, en Rosario, Enrique Hug (1896-1987).

Pero Houssay, del mismo modo que para la Argentina, ansiaba y promovía el desarrollo científico de la patria latinoamericana: "Una de mis preocupaciones intensas fue siempre la cooperación con los hombres de ciencia sudamericanos. Nuestro contacto estrecho es indispensable porque el progreso de un país es un estímulo para los otros. La reputación y el porvenir de cada uno depende en mucho del esfuerzo solidario de todos. Debemos mirar los adelantos y las glorias de cada nación hermana como si fueran propios, desear su progreso y ayudarlo como si fuera el nuestro".

Por eso fueron aceptados con el mismo interés, y recibieron enseñanza con el mismo celo, los brasileños, colombianos, chilenos, bolivianos, uruguayos, ecuatorianos, paraguayos y peruanos que arribaron al Instituto. También con ese espíritu fueron aceptados norteamericanos y europeos.

Esa circunstancia cumplió ampliamente lo que había afirmado uno de sus discípulos: "Me doy el lujo de hacer un pronóstico. Que llegará a ser un Centro muy importante de producción científica hasta constituir no sólo una escuela para nosotros, sino para todos los sudamericanos, que se economizarán el viaje a Europa, e irán a Buenos Aires a aprender Fisiología" (Rubio).

En 1940, veinte años después de la fundación, el Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires era un centro, mundialmente prestigioso, de investigación y formación de excelencia. El reconocimiento de este hecho fue claramente expresado por el fisiólogo norteamericano Anton Julius Carlson (1875-1956): "Houssay puso a la Argentina en el mapa de la fisiología".

Los esfuerzos de Houssay, con todo, no se limitaron al propio Instituto y a la propia ciencia.

En agosto de 1933, el senador nacional Carlos Serrey expresó en la Cámara que en el país no había gente dedicada a la ciencia y desoyó la desmentida de Houssay. Ante ese hecho, el periodista y cronista parlamentario Carlos Alberto Silva (1895-1958) reunió a un destacado grupo de científicos, entre ellos al mismo Houssay, para constituir una Asociación para "el mejoramiento de la investigación científica en la República Argentina, acrecentamiento y expansión de los centros existentes y la creación de ambiente propicio para tan altas disciplinas" (Archivo de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, 1933).

En diciembre de 1933, esos científicos fundaron la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y eligieron presidente a Houssay, quien lideró un grupo dinámico e inteligente que difundió por la prensa los objetivos de la Asociación, hizo una encuesta del estado en que se hallaban las ciencias y los institutos científicos del país, promovió la coordinación de las bibliotecas y obtuvo que las empresas farmacéuticas donasen becas. En 1936, la Asociación consiguió que el Congreso de la Nación sancionase la Ley N° 12.338 que le asignó el fondo permanente de un millón de pesos en títulos de la deuda pública. La renta de estos títulos financió el otorgamiento de subsidios y becas internas y externas para la formación de investigadores de todas las disciplinas científicas.

Puesto que el desenvolvimiento de los becarios externos debía controlarse, Houssay tomó, con celo misionero, la tarea de mantener correspondencia con ellos. Una y otra vez escribirá: "Sé por experiencia que el que llega a tierra extraña tiene ansias de recibir noticias de su país, por eso me apresuro a anticiparle esta carta pues espero que le agradaría recibirla. Cuando un becario llega a un país extranjero, experimenta sensaciones opuestas: por una parte queda algo anonadado por las cosas nuevas y grandiosas que se le presentan y esto puede despertar un sentimiento de inferioridad que le es desfavorable, por otro lado, sólo advierte al principio todo lo defectuoso o malo que hay, o inferior a lo que se esperaba, siendo frecuente que se exageren los defectos. Lo habitual es que el becario comience con demasiado pesimismo y acabe con demasiado optimismo, no faltando casos en que comete el error de despreciar a su país y a su ambiente al término de su estada. El becario debe recordar que es el fruto de su tierra, que forma parte de ella y que está obligado a retribuirle toda la ayuda y formación que recibió. Por ello debe trabajar con ahínco y sin jactancia, pues lo apreciarán por lo que haga y no por lo que se alabe. Debe tratar de aprender bien algunas cosas y pensar siempre cómo hará para aplicarlas a su vuelta. Las instituciones mandan a los becarios no sólo para el adelanto personal sino para que contribuyan al adelanto de su país, de su Facultad y de la docencia e investigación. Espero que medite y se compenetre bien de estos consejos, fruto de larga experiencia, pues en ellos encontrará orientación y confortación".

Houssay fue, además, distinguido con el personal aprecio del presidente Agustín Pedro Justo (1876-1943) quien allanó las dificultades surgidas de la vida universitaria: un serio intento de demolición del edificio del Instituto de Fisiología por el decano José Arce (1881-1968); un fallo desdichado del jurado para cubrir la cátedra de Farmacología de Rosario, que afectaba a su discípulo Hug. La misma Ley N° 12.338 fue propulsada con personal interés por ese presidente en homenaje a Houssay
.


La década del ´30 fue de pleno reconocimiento internacional: miembro correspondiente de la Association Endocrinologique Russe en 1930, miembro honorario de la Physiological Society y Doctor Honoris Causa de la Universidad de París en 1935.
En 1936, fue electo académico de la reorganizada Academia Pontificia de Ciencias junto a Emil Abderhalden, Niels Bohr, Guglielmo Marconi, Robert Millikan, Thomas H. Morgan y Max Planck.

Ese mismo año, la Universidad de Harvard, conmemorando el tercer centenario, le otorgó el doctorado Honoris Causa junto a otros muchos científicos, entre ellos, Edgard Douglas Adrian, Arthur Compton, Arthur Stanley Eddington, Hans Kelsen, Karl Landsteiner, Bronislaw Malinowski, Jean Piaget y Rudolf Carnap.



Este acontecimiento asoció la figura de Houssay al ascenso de la ciencia anglosajona, pues, como Houssay mismo advirtió, en 1938, en el Congreso Internacional de Fisiología reunido en Ginebra, se requería saber inglés para conocer y hacer conocer los resultados científicos.

En 1939, la década cerró con su designación como miembro honorario de la Société d'Endocrinologie cuyo presidente honorario era Pierre Marie.

También las universidades y academias iberoamericanas reconocieron a Houssay pues tanto las de Uruguay y Colombia como las de Brasil y Chile lo honraron como doctor y miembro honorario.

Pero ninguno de estos honores lo libró de la envidia y, al recibirlos, solía decir: "Ahora aumentará el número de mis enemigos".

El 4 de junio de 1943 las fuerzas armadas derrocaron a Ramón Castillo, vicepresidente de Roberto Ortiz, a quién sucedió tras su dimisión por enfermedad.

La aparente unidad del gobierno militar dejó pronto traslucir las tensiones que provocaban en las fuerzas armadas los alineamientos ideológicos o los compromisos materiales con unas u otras de las potencias que combatían en la llamada Segunda Guerra Mundial.

Houssay disfrutó, en un primer momento, de cordial interés: el militar ministro de Educación asistió a la conferencia que dio sobre la crisis universitaria y le prometió una entrevista para organizar un Consejo de Educación. Pero la renuncia de este ministro, en octubre, mostró la intensa pugna por el gobierno entre quienes se consideraban aliadófilos y germanófilos. .

La intelectualidad universitaria que apoyaba francamente a los aliados, que deseaba un gobierno civil y que se había desencantado prontamente de los interventores universitarios, se sumó a esta situación.
En octubre de 1943, un numeroso grupo de ciudadanos reclamó la adhesión de la opinión pública a los principios de "democracia efectiva por medio de la fiel aplicación de todas las prescripciones de la Constitución Nacional y solidaridad americana por el leal cumplimiento de los compromisos internacionales firmados por los representantes del país. La Argentina no puede ni debe vivir al margen de su Constitución y aislada o alejada de los pueblos hermanos de América y de los que en el mundo luchan por la democracia".


El gobierno respondió dejando cesantes en los cargos oficiales a quienes habían firmado esa declaración. Muchos docentes universitarios corrieron esa suerte y, entre ellos, Houssay y sus discípulos Oscar Orías y Juan Lewis, titulares de las cátedras de Fisiología en Córdoba y Rosario.



La reacción del gobierno militar causó profundo desconcierto en la sociedad y, especialmente, en el Instituto de Fisiología y convirtió a Houssay, sin que éste se lo propusiera, y quizás a su pesar, en una figura política partidaria: "Estuve presente cuando el doctor Houssay dictó su última clase magistral. El anfiteatro de la vieja escuela de Medicina estaba repleto de estudiantes, profesores y amigos que deseaban testimoniarle su adhesión. Había también grupos adictos al gobierno militar y policías sin uniforme. En un ambiente tenso, algo pálido y nervioso, el doctor dictó su clase magistral, como lo hacía habitualmente. No pudo sin embargo dejar de hacer una clara alusión política cuando al mencionar la regulación nerviosa dijo que: “Cuando la cabeza anda mal, todo anda mal”, lo que fue recibido con una sostenida salva de aplausos" (Fasciolo).

No había perdido pues la entereza. Así lo manifestaban las palabras que hizo circular y que, como su credo personal, presidieron desde ese momento su mesa de trabajo:

Y, asimismo, en la carta que envió a Walter Bradford Cannon (1871-1945), el colega y amigo de Harvard: "It is my intention to go on work in physiology here. Only in case this were imposible I would go to foreign countries, from where I have received a lot of invitations. The plan of my whole life has been to work hard in scientific investigation, to create a scientiflc circle of the highest scientific and moral qualities in our country, and do not think to modify this line of conduct unless my situation were such that I could not find resources to survive and to work" (Es mi intención proseguir aquí mi trabajo en fisiología. Sólo en el caso de que esto resultara imposible iría a países extranjeros, de los que he recibido gran cantidad de invitaciones. El plan de toda mi vida ha sido trabajar duro en la investigación científica para crear un círculo científico de la más alta calidad científica y moral en nuestro país, y no pienso modificar esta linea de conducta a menos que mi situación fuera tal que no pudiera encontrar recursos para sobrevivir y trabajar). (Houssay, 1943).

A ese fin escribió al discípulo Orías: "Pienso que convendría orientar las actividades en dos caminos: por una parte pienso redactar rápidamente un libro de texto para ayudar a los jóvenes. Por otra parte, pienso buscar recursos para trabajar en la investigación científica" (Houssay, 1943).

Houssay cumplió, puntualmente, ambos propósitos.

En marzo de 1944, reanudó las investigaciones en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, una residencia sumariamente reacondicionada y equipada del barrio de Palermo: "Estamos trabajando en un pequeño laboratorio privado, en investigación científica y sin provechos materiales de ninguna clase. Los recursos son escasos de aparatos, drogas, animales y bibliografía. Había donado mi biblioteca al Instituto de Fisiología y el muy meloso discípulo mío que quedó a cargo de la cátedra me opone dificultades para su uso. Apenas necesito decirle que no es fisiólogo sino gastroenterólogo de tipo común. Mis colaboradores son E. Braun Menéndez, V. Foglia, J. T. Lewis y O. Orías, es decir los mejores fisiólogos que hay en la Argentina" (Houssay, 1944).

En esta emergencia lo sostuvieron, además, los colegas norteamericanos, quienes constituyeron un fondo para la compra de revistas y libros y donaron aparatos y drogas.

Al año siguiente de la apertura del Instituto de Biología y Medicina Experimental, en junio de 1945, cumplió el segundo propósito al publicar "Fisiología Humana" redactada en colaboración con Lewis, Orías, Braun Menéndez, Hug, Leloir y Foglia.

En ese momento, Houssay dirigía, nuevamente, el Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas al que había retornado luego de que fuese declarada ilegal la cesantía de octubre de 1943. En la tensa circunstancia de 1945, Houssay militó en la Junta de Coordinación Democrática oponiéndose, infructuosarnente, a la ascendente estrella de Juan Domingo Perón (1895-1974): "Entre los militares hubo un movimiento para suprimir a Perón. Consideraban que el gobierno no debía emplear todos sus recursos para imponer su candidatura. Ese nuevo gobierno me invitó a ser Ministro de Justicia e Instrucción Pública, diciendo que buscaban elecciones libres y sin presión del Gobierno. Me negué mientras siguiera la dictadura militar, es decir Farrell y otros. En los días siguientes, las reparticiones públicas, Secretaría de Trabajo y Previsión y la Policía y matones pagos interrumpieron el trabajo y provocaron una huelga de trabajadores, 60.000 personas de lo más rotoso y vagabundo que existe, las cuales cometieron excesos en todas las ciudades, protegidos por la Policía. Se volvió al gobierno anterior y sigue la dictadura y la máquina de Perón" (Houssay, 1945).


En 1946, publicó un tratado de fisiología humana conocido como La Fisiología de Houssay, que sería traducido a los principales idiomas.

Gracias a la publicación de este tratado Houssay recibió la consagración internacional a través de importantes premios: de la Universidad de Toronto (Canadá), del Royal College of Physicians (Inglaterra), de la Sociedad Real de Nueva Gales del Sur (Australia), y, finalmente, el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1947, por su trabajo de la influencia del lóbulo anterior de la hipófisis en la distribución de la glucosa en el cuerpo, de importancia para el desarrollo de la diabetes.



En febrero de 1946, Perón ganó las elecciones nacionales. En agosto, el Poder Ejecutivo Nacional promulgó el Decreto N° 7.966, que dejaba sin efecto la disposición de los estatutos de las universidades nacionales que fijaban un límite de edad a los profesores titulares para continuar en el ejercicio de la cátedra. En septiembre, el Delegado Interventor de la Facultad de Medicina dispuso, de oficio, la jubilación de Houssay.

Houssay retornó al Instituto de Biología y Medicina Experimental.

Nuevamente su ejemplo había fructificado. En la casa vecina fue instalado por la Fundación Campomar, en las mismas precarias condiciones y dirigido por Leloir, el Instituto de Investigaciones Bioquímicas y, en Córdoba, dirigido por Orías, el Instituto de Investigaciones Médicas "Mercedes y Martín Ferreyra". A fines de 1948, se fundó en Rosario, dirigido por Lewis, el Instituto de Investigaciones Médicas.

Durante ese lapso, Houssay recibió numerosos reconocimientos: la Banting Medal y el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oxford. Recibió esta distinción en 1947, poco meses antes que el Instituto Carolino Médico Quirúrgico de Estocolmo comunicase que le había otorgado el Premio Nobel de Medicina y Fisiología por el descubrimiento que demostraba que la anterohipófisis regulaba no sólo el crecimiento sino también el metabolismo de los hidratos de carbono. El premio fue compartido con los esposos Carl Ferdinand Cori (1896-1984) y Gerty Theresa Radnitz (1896-1957) por los descubrimientos acerca del metabolismo de la glucosa.

La noticia provocó gran júbilo entre los colaboradores y amigos: "Pero Houssay se mantenía sereno, creo recordar que comentó que esa distinción le había tomado ya demasiado viejo y que de lo contrario podía haber realizado más obra" (Leloir, 1981).


Estos descubrimientos permitieron avanzar grandemente en la lucha contra la diabetes. Fue la de Houssay una vida dedicada al conocimiento. Llegó a ser presidente de la Academia Nacional de Medicina. Y de su talento docente, da fe el altísimo grado de eficacia y eficiencia de los equipos que condujo, y el brillo de los muchos discípulos que brillaron en las áreas científicas, entre ellos Luis Federico Leloir, quien llegaría también a obtener el Premio Nobel. Uno de los primeros descubrimientos de Houssay, fue que el metabolismo de los hidratos de carbono, tanto en estado normal como en la deformación que produce la diabetes, está regulado por las glándulas de secreción interna, demostrando que la insuficiencia de la hipófisis determina una fuerte sensibilidad a la insulina. Esto es conocido en fisiología, desde entonces, como El fenómeno Houssay. Hasta entonces no se sabía que la eliminación del lóbulo anterior de la glándula hipófisis inhibia a la diabetes, por lo que quedó establecido que algo en el lóbulo anterior impide la utilización apropiada del azúcar.

La noticia fue recibida con cuidadoso silencio por el gobierno del país. Pero el desdén nunca afectó la voluntad de trabajo de Houssay: ,"El trabajo no sólo era su pasión sino su diversión. Solía repetir: 'El trabajo es la diversión más barata'. Recuerdo que en oportunidad de una visita suya a Mendoza encontró a un ex colaborador suyo a quien preguntó, como lo hacía habitualmente, en qué tema estaba trabajando. La respuesta fue, que mientras estuviera Perón no trabajaba, a lo que replicó el doctor Houssay: 'Con Perón, sin Perón y a pesar de Perón hay que trabajar siempre'. Ese era su credo al que hizo honor toda su vida" (Fasciolo, 1981).

Sólo después del derrocamiento militar del gobierno de Perón, en setiembre de 1955, Houssay pudo regresar a la universidad para enseñar e investigar: "Debí hacerme cargo del Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Lo encontré en un estado de inactividad, desorganización y corrupción imposibles de imaginar. Por ahora y por cierto tiempo sólo es posible realizar investigaciones científicas en el Instituto de Biología y Medicina Experimental aunque es pequeño. Tenemos una tarea gigantesca que cumplir, pero nuestro deber es emprenderla con el máximo de nuestras fuerzas" (Houssay, 1955).


Desde el Instituto de Biología y Medicina Experimental, realizó junto con sus compañeros más de mil trabajos en endocrinología, nutrición, farmacología, patología experimental, glándulas suprarrenales, páncreas, hipertensión, diabetes y otras áreas abarcadas por la fisiología.

Bernardo Houssay fue presidente de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, de la Academia Nacional de Medicina, de la Sociedad Argentina de Biología y de la Federación Internacional de Diabetes. Debido a su importancia en este campo de la medicina también tuvo la oportunidad de dictar cursos en las instituciones más importantes del mundo y recibió condecoraciones por parte de los gobiernos de Francia, Bélgica y Chile.

En abril de 1958, al retirarse de la docencia universitaria, Houssay cedió esas tareas a los discípulos Braun Menéndez y Foglia. Ese mismo año, inició la obra que coronaría sus esfuerzos por la institucionalización de la ciencia en la Argentina, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) que, creado en febrero de 1958 y bajo su presidencia, había concedido, en marzo, las primeras becas internas.

Esos años fueron de explosión científica: se crearon el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), y se reorganizó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

Estos años plantearon, también, nuevas exigencias sociales para los investigadores y los profesores a las que Houssay respondió, solamente, con su vocación por la ciencia.

En la apertura de los cursos de la Universidad de Buenos Aires, en abril de 1961, el consejero estudiantil Bernardo Kleiner propuso como modelo de egresado al médico Ernesto Guevara (1928-1967), el Che Guevara, por unir la ciencia del médico a la acción social.

A esa propuesta, Houssay respondió: "Eliminar la intromisión política (partidos nacionales o internacionales) en la Universidad. Como ciudadanos los profesores o alumnos tienen el derecho de intervenir en política, pero fuera del recinto universitario. Las orientaciones y el gobierno universitario son responsabilidades que corresponden a los profesores".

En junio de 1966, fue depuesto el presidente constitucional Arturo Illia y asumió la presidencia de facto el militar J.C.Oganía.

Las universidades fueron intervenidas y, en julio de 1966, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales fue agraviada por la brutal intrusión de la policía.
La comunidad universitaria exigió a Houssay que enfrentase, manifiestamente, esta política. No lo hizo y continuó ejerciendo la presidencia del CONICET.

Pero, en tanto funcionario, expresó, al presidente militar, la reprobación por esos sucesos, y el directorio del CONICET, del cual era el presidente, declaró, con firme moderación, que debían repudiarse. También procuró reubicar a los científicos renunciantes y preservarlos de otras agresiones.

El gobierno militar, por su parte, procuró limitar la preeminencia institucional de Houssay, y creó el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONACYT) y la Comisión Nacional de Estudios Geoheliofísicos.

Llegaron, finalmente, los años de declinación física que no quebraron su voluntad de trabajo para una tarea que consideraba inacabada: "Tal vez se quedó demasiado".

Porque, quizás, se había quedado solo pues los discípulos que sentía como los sucesores –Orías, Braun Menéndez- habían fallecido prematuramente.

En 1970, ya semipostrado, recibió, con gran alegría, la noticia de que habían conferido el premio Nobel a su discípulo Luis Federico Leloir (1906-1987).



"Con una laboriosidad, disciplina y generosidad ejemplares, aún en los períodos más amargos de su vida, Houssay sembró Argentina y América de discípulos a los que les enseñó a respetar los hechos, a buscar la verdad y a sentir el contenido humano de esa aparente fría disciplina que es la investigación científica. Los que les seguimos durante años, en las buenas y en las malas, en el acuerdo y en el desacuerdo, quisiéramos que se le recordara siempre como fue; que quedase viviente su personalidad con sus grandezas y, también, con sus pequeñas y humanas debilidades; que no pasase a ser una figura de bronce, un nombre de plaza, una cita en el diccionario. Tampoco un prócer argentino más" (Taquini, 1981).

Medallas y diplomas

En una celebración organizada por la Asociación Médica Argentina, Houssay se definió así mismo diciendo que "tuve la suerte de tener buena salud, resistencia muy grande a la fatiga y a las dificultades de toda clase, buena memoria, pasión incontenible por la investigación, tenacidad y laboriosidad y claro concepto de mi ignorancia"

Sus discípulos se encargaron luego de revelar otras cualidades del sabio, entre ellas una expresada por el doctor Oscar Orias y que resulta sin duda, esclarecedora:
"Si separámos y agrupáramos todo el instrumental empleado por Houssay en los experimentos fundamentales que revolucionaron nuestros conocimientos sobre el metabolismo de los glúcidos, nos asombraría su escaso número y sencillez"

FUENTES:

http://www.houssay.org.ar/hh/index.htm

Houssay.org.ar, su vida y su obra.
Bibliografía en Nobelprize.org (en inglés)
"http://es.wikipedia.org/wiki/Bernardo_Alberto_Houssay"


INVESTIGAR EN LA PERIFERIA

En épocas donde no existía el correo electrónico, ni rápidos viajes al otro extremo del planeta, trabó relación mediante correspondencia con Hervey Cushing, considerado el padre de la cirugía cerebral. Desde los EE.UU., Cushing le envió varios trabajos científicos que dieron base a Houssay para iniciar sus estudios. El argentino experimentó con perros a los que les había extirpado la hipófisis y que, tras la operación, demostraron, primero, severos trastornos de crecimiento y, en segunda instancia, reacciones hipoglucémicas cuando se les aplicaban pequeñas cantidades de insulina -descubierta un año atrás, en 1922, y preparada en el laboratorio dirigido por Houssay.

Estos trabajos, realizados en un medio tan alejado de lo principales centros científicos del mundo, pero no por eso desatentos a las novedades revolucionarias que se estaban dando en el campo de la fisiología, permitieron al grupo de Houssay comprender el rol de la hipófisis en los procesos metabólicos de los carbohidratos y en la diabetes. De esta manera se cerraba el ciclo que había iniciado el fisiólogo francés Claude Bernard con los descubrimientos sobre la función glicógena del hígado, en 1848.

A partir de mediados del siglo pasado, la fisiología había comenzado un indiscutible proceso de transformación. Houssay se refería al respecto: "Esta ciencia había sufrido una gran crisis de crecimiento dando lugar a numerosas ramas, que luego se separaron de la fisiología, como lo son la bioquímica, biofísica, nutrición, patología y farmacología". Las ramas a las que hacía mención Houssay tenían espacio en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), por él fundado y mediante el cual generaba las condiciones necesarias para que jóvenes investigadores -como, por ejemplo, su brillante discípulo Luis Federico Leloir- pudieran trazar nuevos rumbos para la ciencia argentina.



UN NOBEL EN SOCIEDAD

Pero pese a contar con su propio instituto, Houssay mantuvo intactas sus raices en la Facultad de Medicina, donde no estaba exento de frecuentes cuestionamientos por parte de sus pares. La casa de estudios, de tradición conservadora, encontraba un factor desestabilizador en los proyectos de Houssay, que ponían en tela de juicio la actividad docente tal como se desarrollaba entonces. El nobel no admitía la docencia universitaria sin investigación científica, por lo cual impulsaba fervientemente el cargo full time para los profesores. Esto amenazaba el modelo imperante: dedicación parcial a la docencia -que permitía adquirir prestigio- y atención privada en rentables consultorios.




ASÍ PENSABA HOUSSAY

"La Universidad es el centro de la actividad intelectual superior, y cumple así un papel social de la más elevada jerarquía. Su función consiste en crear los conocimientos, propagarlos, desarrollar y disciplinar a la inteligencia, formar los hombres más selectos por su cultura y capacidad. Como bases fundamentales de su acción debe enseñar el respeto a la verdad, desarrollar la aptitud de buscarla con acierto, e inculcar la noción de que es un deber el servicio social".

"Todo este régimen universitario defectuoso y deplorable, agravado por la intromisión de la política externa, ha creado un malestar permanente entre los alumnos, que notan que no aprenden bien, y que miran al profesor como un opresor que los aprieta en los exámenes, más que verlo como a un compañero de trabajo que enseña con su ejemplo y su experiencia. Este malestar y este antagonismo engendran las asociaciones y los movimientos estudiantiles que no tienen razón de ser y que serían incomprensibles en las buenas universidades de las grandes naciones civilizadas".

"La primera función de la Universidad es investigar, para crear conocimientos. La potencia de un país y hasta su independencia, dependen de su adelanto técnico mantenido por la investigación permanente. El cultivo de las ciencias fundamentales es la base de las aplicaciones prácticas posibles".

"El gobierno universitario debe estar exclusivamente en manos de los profesores titulares. La administración estará a cargo de un Director o Decano y de un Consejo administrativo. (...) La participación de los estudiantes será útil transitoriamente, mientras la experiencia demuestre que ejercen la influencia moralizadora. Con el adelanto universitario será innecesaria, como lo es en las grandes naciones".

"La ciencia no tiene patria, pero el hombre de ciencia la tiene. Por mi parte no acepté posiciones de profesor en los Estados Unidos y no pienso dejar mi país, porque aspiro a luchar para contribuir a que llegue alguna vez a ser una potencia científica de primera clase."

http://www.oni.escuelas.edu.ar/olimpi98/ConociendoNuestraCiencia/reportaje%20houssay.html

Premio Nobel



Conociendo su intenso trabajo y sus brillantes logros, científicos extranjeros que visitaran oportunamente el país, propusieron su nombre para el máximo galardón internacional: el Premio Nobel, en 1947.

Los méritos del Dr. Houssay eran sobrados. Trabajando intensamente en su laboratorio había logrado mejorar considerablemente a perros enfermos cuando les extirpaba la hipófisis, cuyos cuadros se agravaban cuando les inyectaba una hormona producida por ella. Esos estudios permitieron establecer el rol que juega la glándula en el metabolismo de los carbohidratos y en la diabetes, base de futuras investigaciones a nivel mundial.

En octubre de 1947 la Real Academia Sueca de Estocolmo anunció que el Dr. Bernardo Alberto Houssay había ganado el Premio Nobel en Fisiología y Medicina, por su descubrimiento de que la anterohipófisis regulaba tanto el crecimiento como el metabolismo de los hidratos de carbono. También se supo que el galardón era compartido con el matrimonio Carl F. Cory y Gerthy Theresa Radnitz, por sus investigaciones sobre los cambios de la glucosa.

La noticia repercutió en todo el ámbito nacional y produjo gran júbilo y satisfacción. Los argentinos recordaban con orgullo que una década atrás otro compatriota había obtenido el mismo premio en el rubro de la Paz, por su intermediación en el conflicto entre Bolivia y Paraguay.

Notable discurso


Sala de investigación de la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Agronomía y Veterinaria
Al momento de recibir el premio de manos del rey de Suecia, el Dr. Houssay pronunció un discurso memorable. Dijo en sus párrafos más salientes: Altezas Reales; Excelencias; Señoras y Señores: Mi más rendida gratitud porque Suecia honra hoy generosamente en mi persona a los que en la lejana América Latina están consagrados con fiel y abnegada devoción al cultivo de la investigación científica.

Aunque alejados por larga distancia, los pueblos sueco y argentino están unidos por los mismos ideales de amor a la paz, por el culto a la libertad, la resistencia a la opresión y por el respeto a la dignidad del hombre.

Admiramos a Suecia como uno de los ejemplos más altos de la civilización y como un país que ha logrado grandes realizaciones sociales auténticas.

Este pueblo de hombres fuertes, laboriosos, justos y honrados, nos muestra el ejemplo admirable de un adelanto continuo, basado a la vez en el amor a una noble tradición histórica y en una aptitud superior para rejuvenecerse y perfeccionarse incesantemente.

Estamos todos unidos por un mismo propósito de honrar la paz noble, bienhechora y fecunda y para ello procuramos aumentar los conocimientos humanos que elevan y purifican el espíritu, son fuente de bienestar y sirven de base a nuestra civilización basada en la justicia y en la solidaridad de todos los hombres.

Por la voz modesta de uno de sus hijos, mi patria está hoy presente y con ella las naciones hermanas de la América latina, para agradecer esta distinción tan grande que es una honra para todos los que trabajan en íntima asociación para desarrollar su cultura científica.

Ese fue el Dr. Bernardo Houssay, ejemplo de una Argentina honorable que queremos recuperar.

"Con una laboriosidad, disciplina y generosidad ejemplares, aún en los períodos más amargos de su vida, Houssay sembró Argentina y América de discípulos a los que les enseñó a respetar los hechos, a buscar la verdad y a sentir el contenido humano de esa aparente fría disciplina que es la investigación científica. Los que les seguimos durante años, en las buenas y en las malas, en el acuerdo y en el desacuerdo, quisiéramos que se le recordara siempre como fue; que quedase viviente su personalidad con sus grandezas y, también, con sus pequeñas y humanas debilidades; que no pasase a ser una figura de bronce, un nombre de plaza, una cita en el diccionario. Tampoco un prócer argentino más" (Taquini, 1981).

http://www.houssay.org.ar/hh/index.htm



*En una celebración organizada por la Asociación Médica Argentina, Houssay se definió así mismo diciendo que

"tuve la suerte de tener buena salud, resistencia muy grande a la fatiga y a las dificultades de toda clase, buena memoria, pasión incontenible por la investigación, tenacidad y laboriosidad y claro concepto de mi ignorancia"

*Sus discípulos se encargaron luego de revelar otras cualidades del sabio, entre ellas una expresada por el doctor Oscar Orias y que resulta sin duda, esclarecedora:

"Si separámos y agrupáramos todo el instrumental empleado por Houssay en los experimentos fundamentales que revolucionaron nuestros conocimientos sobre el metabolismo de los glúcidos, nos asombraría su escaso número y sencillez"



Datos y fotografías tomados de Internet