El 11 de diciembre de 1872 la Real Academia Española decidió nombrar a Juan María Gutiérrez miembro correspondiente extranjero de la corporación. Era un privilegio con el que soñaban muchos hombres de las letras, de modo que el rechazo que hizo Gutiérrez del nombramiento cayó como un balde de agua fría, y las razones en que fundamentaba su actitud desataron una polémica memorable.
Gutiérrez hacía notar que el artículo primero de los estatutos académicos disponía cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua castellana, cometido que juzgaba imposible de cumplir en el medio local
"por razones que nacen del estado social que nos ha deparado la emancipación política de la metrópoli".
Y argüía a continuación que "en las calles de Buenos Aires resuenan todos los acentos de todos los dialéctos italianos, a par del catalán que fue el habla de los trovadores, del gallego en que el Rey sabio compuso sus cántigas, del francés del norte y mediodía, del galense, del inglés..."
De lo cual concluía que hablar el castellano del diccionario en tales condiciones implicaba correr el riesgo de no ser comprendido por el hombre de la calle.
Gutiérrez estaba persuadido de que el idioma y el uso popular de los términos eran "ley suprema del lenguaje" y de que el "hablado y escrito por las personas que cultivan con esmero la inteligencia y tratan de elaborar la expresión con mejores instrumentos" convertía a sus devotos en gentes muy respetables, pero no lo bastante como para alegar la tenencia de títulos purificadores de la "lengua hablada en el Siglo de Oro de las letras peninsulares, de que la Academia es centinela desvelado", por lo cual no se atrevía a hacer en su sociedad "el papel de Vestal del fuego que arde emblemático bajo el crisol de la ilustre Academia"
Pese a la contundencia del estilo y las argumentaciones del rechazo, la Academia no hizo conocer respuesta alguna y se limitó a tomar nota, pero en Buenos Aires fueron muchos los que reaccionaron; se destacó Juan Martínez Villegas entre ellos por su talento y vehemencia.
En enero de 1876 descerrajó la primera andanada desde su periódico Antón Pirulero, endilgándole a Gutiérrez una indiferencia total por el futuro de la lengua y señalando que, para el rechazante, "no será una desgracia el que, de los varios idiomas que por aquí se hablan, surja un dialecto que participe de todos, cosa que, en el estado normal, no hubiera dicho un hombre de su talento".
Gutiérrez contestó con el seudónimo de "un porteño" desde el periódico "La Libertad",
acusando a su contrincante de querer "uncirnos por la supremácia del idioma a un carro desvencijado", ya que España se hallaba por entonces un tanto rezagada con respecto a otras naciones, en los órdenes del pensamiento, la ciencia y la literatura, al contrario del lugar relevante que había ocurrido durante el Siglo de Oro.
Es que más allá del hispanismo o antihispanismo (este último a la sazón en boga), se planteaban en esa polémica dos concepciones del idioma y de la cultura:
una que tendía a medir las cosas con la vara inflexible de las normas establecidas, y otra que procuraba auscultar atentamente los latidos e inquietudes de ese perpetuo creador que es el pueblo.
Jorge Luis Borges diría al respecto, muchos años más tarde
"El lenguaje no lo hace la Academia, ni el Poder, ni la Iglesia, ni los escritores. El lenguaje lo hacen los cazadores, los pescadores, los obrajeros, los campesinos, los caballeros y los tipos sinceros.
Hay que acudir a las bases, donde se forma la lengua".
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5 comentarios:
Safiro, es claro que esa vez Borges tenía razón. Pero aún así yo creo que de todas maneras hay que cuidar el idioma, no de la mixtura, sí de la dominación. Protegerlo de la extranjerización -¡la Ñ es nuestra!- y de los códigos que surgen de la tecnología. Hasta donde yo sé "ano" es el esfínter en el que termina el recto, "anio" no existe como palabra. Se dice "año". Las palabras en castellano se acentúan. TQM son tres letras que no quieren decir que te quiero mucho, salvo en lenguaje sms (short message=mensaje corto) de telefonía celular.
Y como éstos, cientos de ejemplos de que, aún tomando el lenguaje popular como base, no se debe deformar el habla formal.
El habla cotidiana es otro cantar.
Te cuento una anéctota familiar: Mi abuelo materno(belga de origen ruso, pero argentino hasta la médula) fue astrónomo, y en un congreso, en los Estados Unidos, un colega que hablaba "español" le advirtió que entendía lo que estaba hablando con otro astrónomo argentino. Mi abuelo miró al tipo y le dijo a su amigo: "¿y este punto se palpita que va a manyar lo que yo chamuye?". Al escuchar eso, el tercero en cuestión admitió que no entendía, pidió disculpas y se retiró. ¿Qué te quiero decir con ésto? Cualquier dialecto regional o argot está bien para el habla cotidiana, pero la estructura del idioma se sostiene desde la formalidad. Me parece que no hay muchas posibilidades de sostener un idioma, no desde la "pureza extrema", sino desde su cuidado formal.
Un beso
MARIA MARTA
¡Perfecto! de eso se trata justamente, no a la extranjerización de la lengua ni a la deformación, pero si al respeto por el lenguaje de los pueblos.
En el caso de este texto,(por el momento histórico que se vivía) justamente se tornaba imposible el aceptar las disposiciones de la Real Academia.
En nuestro caso la lengua se formó con palabras de distintos idiomas, se adaptaron palabras, fijate, tu
abuelo materno belga de origen ruso,bien pudo ser compañero de alguno de mis abuelos gallegos, y sus respectivos amigos de otras de las tantas nacionalidades, de esa mixtura se fue formando nuestro idioma.
Además, acá se da el caso, que nuestras familias, en su mayoría, estan formadas por personas de varias nacionalidades donde cada uno aportó lo suyo.
Más aún, si pensamos que el hombre de campo tenía su forma particular de hablar o en las provincias se hablaban distintas lenguas, de pueblos originarios muchas, hasta nuestra constitución fue traducida al quechua.
No había entonces(1872) un idioma preponderante o de pureza extrema, y si lo había, cada uno lo habló como pudo y así lo transmitió.
Es así como heredamos un lenguaje y costumbres que nos son propias.
Y aquí me quedo con esas palabras de Borges.
Un abrazo, María Marta.
safiro, ojalá pudieramos hablar un idioma nuestro, sin tantas expesiones que no nos pertenecen... aun decimos chiclets y no goma de mascar como corresponderia a nuestro idioma y así tantas expresiones!!...
Pero bueno, muchas veces la moda y esas cosas, defoprman en vez de formar...
Gracias corazón por dejar tu huella por mi rinconcito, te dejo todo mi cariño y excelente tu post, gracias por enseñarme tanto... de corazón gracias... viendo esto uno aprende y mucho... muackkkk reina...
Gracias a vos, Kalista, por tus palabras de afecto.
"Nuestro idioma" depende de nosotros, de como lo usamos, de como lo hablamos y lo transmitimos.
No hay por que decir "OK",para indicar conformidad, si puedo decir de acuerdo o bien! o muchas palabras que tengan un significado similar y sea nuestro.
Una vez, leí un comentario de Sandro, en el que contaba que iba paseando por Morón y que al ver los anuncios y marquesinas de los negocios, se sintió en otro país.
La culpa es nuestra, nosotros hablamos en "argentino", si nos invaden o se deforma, es nuestra responsabilidad.
Un fuerte abrazo.
Muy interesante, Irma.
Para mí el idioma es cosa viva, en permanente cambio.
No se puede amortajar. Únicamente una lengua muerta mantiene sus estructuras sempiternas.
Si hasta hace unos lustros, era imposible evitar agregar a este delicioso pasticcio nuestro, expresiones extranjeras, con el uso del internet, ya no hay forma de detenerlo.
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